06 junio 2005

El amante de la luna

Hoy la luna se sentó a los pies de mi cama y me miró con tus ojos. No sé si reían o lloraban. Solamente hinotizaban todo lo que entraba en contacto con ellos. Primero fui yo y, poco a poco, los objetos de la habitación entraban en un baile frenético para caer rendidos a sus pies.
Yo sudaba y no dejaba de moverme rítmicamente aprisionado entre sus muslos, en el calor de su vientre. Su saliva quemaba mis ojos, mi boca, mi cuello, mi pecho, mi alma... Su olor penetrante hacía arder las sábanas en una hoguera invisible e inextinguible.
Hoy la luna me miró con tus ojos, que eran tan profundos que no tenían fin. Parecían laberintos que albergaban minotauros agazapados tras cada una de sus esquinas y yo me perdía en ellos, desoyendo a Teseo, que gritaba espantado en la entrada del túnel.
No me podía concentrar porque la tensión agarrotaba mis músculos y mi cerebro y todas las ideas se perdían para siempre por el sumidero de su boca. De tu boca. Allí se agazapaban en un fuego azul helado que sabía a cielo, a infierno, a tierra.

1 Comments:

Blogger V said...

Algunos labios saben cómo despertar al dragón que descansa en lo más sinuoso de la geografía del alma.

07 junio, 2005 02:19  

Publicar un comentario

<< Home