La muerte en Venecia

Nostalgia de futuro, paraíso de sueños perdidos y de inspiración ahogada en un vaso de agua.
El vaso de agua acaba de derramarse en mitad del canal y ha puesto perdidas de sangre las sábanas que la mamma acaba de tender. Gracias a eso me voy a salvar, porque la mamma no se fijará en la gran mancha de las sábanas cuando la vea sino que seguirá, como miguitas de pan, las gotas de sangre que han formado un reguero bajo mi ventana para encontrarme ahí asomado, con los ojos vacíos y sin aire en los pulmones porque se me ha acabado sólo diciendo en voz alta esta frase.
¡Respira!
Ahora cambia el escenario y, por ende, el estilo. Anoche las sábanas lamían tu cuerpo. Era una competición conmigo, por ver quién embadurnaba más saliva sobre tu piel. Te envolvías en ella. Eras un regalo con sorpresa. Con la sorpresa contenida en tu alma traviesa y sonrojada. Nos debatíamos en una lucha sin cuartel. Nadie se cansaba. Mojábamos aún más las sábanas. Nos quedábamos pegados. A ellas. A nosotros. Por un momento fuimos uno y habríamos desaparecido de haber empujado más fuerte. Habríamos muerto de placer, de escarmiento, de conocimiento. De amor. O simplemente ahogados, por no dejarnos coger aire entre tantos besos cuyas lenguas enfurecidas se obcecaban en estrangularnos.
¡Respira!
El coral arañó durante un tiempo mis pies. Hasta que la barrera dejó de sostenerme y el acantilado submarino se abrió para dejar paso a la inmensidad del mar. Peces de colores nadaban a mi alrededor y yo contuve la respiración para ser uno más de ellos, para camuflarme con el azul cristalino de las aguas. Las escamas brotaban de mi piel con cada brazada que me hundía en el fondo, con cada gesto cómplice y cada guiño a las criaturas que me miraban atónitas. Poco a poco la luz desapareció y me encontré solo. Hacía frío, estaba oscuro. Y sentí miedo, mucho miedo; tanto, que volví a ser consciente de mi naturaleza aérea. Las escamas se disolvieron y por primera vez mi instinto, anclado en mi cerebro dio un tirón de mí para que volviese a la superficie y me gritó.
¡Respira!
Otra vez Venecia. Aunque ya no soy yo el narrador así que cambiemos de persona. Tu sangre derramada y mezclada con las lágrimas de tu mamma. Es todo tan trágico, que te dan ganas de reir. Aunque no serás el primero. El "hommbre" (digamos Mann) te entiende. Desde tu escondite también se oye su risa.
¡Expira!
10 Comments:
sencillamente increible....
ya SABES lo que pienso
Mamma mia....
Envidia me corroe, me hubiese gustado conocer Venecia y reconocer localizaciones de Aschembach y Tadzio. Sabes que esa foto me encanta, perro
Y decías que seguías buscando tu musa...¿Te parece Venecia poca musa..?
Buenísimo..me encantó como escribes. Y..respira!! siempre, hasta que tus pulmones colapsen.
Saludos y un abrazo.
.::PaLoMa::.
Aún con tus letras en mente. Buen post.
Saludos.
Y la ciudad se echó a reír, gritaba con ansia, corría de un lado a otro, emocionada comenzó con los preparativos de el gran jolgorio, y se fue de belingo! Matasuegras, sombreritos de papel y mucha cerveza, para festejar que toda ella se reflejaba en tus ojos, curiosos, sedientos de más y más imágenes. La ciudad se vistió de gala sólamente para posar ante tu objetivo, dedicándole una sonrisa a tu sonrisa, subiendo a la superficie de tu mano, despertándote cada mañana con una canción susurrada en tu oído, simbolizando las dulces lágrimas de una niña de piel salada e identidad perdida, que envidiaba sanamente aquella parafernalia, que observaba por un agujerito y te veía, aunque desenfocado...
·La chica de perdida identidad·
Este me gusto más de lo usual... Mucho...
respiras, existes... quizás no sea sólo eso sino sentirte conciente de esa capacidad y de ese pequeño control sobre ella...
Nos leemos, sorry si me fuí de tema...
Bye
la risa, su risa, sus risas... en tercera persona del plural siempre me duele. ellos se ríen, ella se ríe, todos conspiran y al final, yo sólo me duelo por no haberme podido reír fuerte de él y de ella
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