17 junio 2005

Dejá vu



Un manto de agua cae ante tus ojos y, a pesar de ahogar tu visión, deja que tu imaginación navegue en los charcos que se están formado en la acera. El ruido del tráfico ha cesado y sólo se oye la lluvia caer sobre el pavimento, los pasos apresurados de la gente, que corre a refugiarse del chaparrón bajo cualquier irregularidad de los edificios de la avenida. Los más previsores caminan tranquilamente con el paraguas abierto y una sonrisa mal camuflada que denota su sentimiento de superioridad sobre los menos avispados. En cambio tú avanzas como si el sol estuviese fundiendo tu figura con tu sombra por los pies. Tienes el pelo pegado a la frente y notas el agua en cada resquicio de tu cuerpo. Es una sensación que hacía tiempo que esperabas. Notas miradas indiscretas clavadas en tu nuca y te das la vuelta con aire desafiante. Entonces esas miradas bajan para mirar su propio reflejo en el suelo y darse cuenta de su pequeñez, del agravio comparativo que los deja a la altura de la suela de sus zapatos de goma.
Miras a tu alrededor y, de no ser por esos seres pequeños y grises, estás solo en la calle. La única gota de color la pone la luz de neón de los escaparates, que brilla sobre tu ropa empapada como si fuese un espejo. Siempre que llueve te mojas. Parece una afirmación estúpida, pero tiene una naturaleza más metafísica de lo que puede parecer escuchada a secas. Ahora la escuchas a mojadas y saboreas todo su significado. Y gritas. Quieres que te oigan los edificios, los semáforos, las luces de neón. Y sin embargo, te da igual que los seres grises puedan sentirlas. Sentirlas en sus dos acepciones, porque aunque los seres grises puedan oír, hay que tener color para que lleguen al corazón, un poco de sangre en las venas.
Algo ha llamado tu atención, pero aún está lejos. Es un punto en el horizonte de asfalto. Un punto que brilla por su luz y por su color. Poco a poco se va acercando y tú también caminas hacia él. Una figura humana se va haciendo más nítida a cada paso que das y, poco a poco, descubres sus formas sinuosas, su pelo enmarañado y tan pegado a su cara como el tuyo y sus ojos, que no se apartan de los tuyos. Un paso. Os reconocéis. No os habiáis visto nunca pero da la sensación de que vuestros colores han estado siempre juntos. Da igual que ella no sepa tu nombre ni tú el suyo porque vuestras vidas se han cruzado a menudo. En tus sueños. Sin tiempo para parar vuestros pasos os fundís en un beso inevitable que llena vuestras lenguas de sentido, que inunda la calle de color en medio del mar gris. Sentís en vuestras nucas la mirada de los espectadores, de las sombras grises acechando así que, sin hablar, ambos volvéis la cabeza para clavar sus ojos espías en el suelo, para demostrarles lo vacía que es su descolorida vida.
En ese momento el cielo os da una tregua y rasga una nube lo justo para que al otro lado de la esfera celeste se dibuje un arco iris. Ahora sí que estáis solos porque las sombras se han volatilizado como vampiros con la luz del sol y todo a vuestro alrededor vuelve a tomar color, y vuelve el ruido del tráfico. "Es curioso, pero esto ya lo he vivido", piensas, mientras lees en sus ojos la misma afirmación.

4 Comments:

Blogger V said...

Esto me suena...

17 junio, 2005 03:27  
Blogger T. said...

'...tú avanzas como si el sol estuviese fundiendo tu figura con tu sombra por los pies.'

Qué bien. Yo siempre he avanzado así, pero nunca lo había expresado con esas palabras. Qué bien.

Déjà vu: '...recordaba aquello como se recuerda una viva experiencia en algún periodo remoto de nuestra vida en que hemos sido una persona distinta.' (George Orwell). A lo mejor es eso.

En cualquier caso, siempre me han gustado los contraluces.

17 junio, 2005 09:20  
Blogger Scarlett said...

Dejavú...Que sensación más extraña y mágica a la vez...

17 junio, 2005 11:14  
Blogger Scarlett said...

¿dónde estará esa lluvia cuando más la necesito...?se habrá perdido..como mis sueños...

21 junio, 2005 23:55  

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