23 agosto 2005

Crónica de sentidos ausentes

A medida que me sube la fiebre pierdo la lucidez. Más bien se transforma en un sueño descabellado, acrecentado por la borrachera involuntaria. Cuarenta grados y subiendo, y por única medicina la botella de whisky que se empeñan en meterme en la boca. No me resisto. No me he resistido desde el principio. Las imágenes inconexas vuelan como una bandada de golondrinas, completamente desbocadas por mi cabeza. Hace un buen rato que dejé de sentir. No veo, intuyo, y el tacto es un viejo amigo que se ha sentado a los pies de la camilla y observa el dantesco espectáculo.
Desde hace un rato huelo a hueso quemado, a fricción entre mi pierna y el hierro de la sierra. Me daría dentera si estuviese lúcido. Pero se confunde con esas imágenes que no dejan de volar alrededor de mi cabeza. Tampoco he perdido el oído. Extrañamente se agudiza con cada trago de whisky que la enfermera me hace tomar. Gritos, de tanta gente que no puedo adivinar cuántos son. Explosiones, aunque son muy lejanas. Por encima, la fricción, la misma que llega hasta mi nariz. Y el colofón a la sinfonía lo pone el goteo, que se oye rojo e intenso, con un ritmo frenético en la palangana de lata situada a mis pies, entre mi tacto, que mira aterrorizado la escena, y yo.
Es probablemente el momento en que más vivo me he sentido, después de probar el húmedo suelo mohoso en el fragor de la batalla. Un chasquido sobre mi rodilla y al suelo. Ahí empieza todo. La siguiente escena, enfermeros corriendo conmigo en la camilla hasta la retaguardia, donde por bisturí tienen una Opinel para mondar manzanas y como anestésico, el buen whisky escocés que están desperdiciando en mi garganta.
Por mucho que quieran no me pienso emborrachar. Por mucho que quieran estoy más lúcido que nunca. Y me alegro de ser consciente de mi propio desmembramiento, ya que nunca seré testigo de mi propia muerte. Por eso disfruto cada matiz que mis obnubilados sentidos me ofrecen. Para, tan cerca de la muerte, poder gritar que estoy más vivo que nunca.

7 Comments:

Blogger T. said...

Autobiográfico, supongo. Así ya te podré reconocer en septiembre.

23 agosto, 2005 15:59  
Blogger Sol.. said...

Eres tu?

23 agosto, 2005 19:28  
Blogger V said...

Noah Gordon? No creo que nuestro chico desenfocado haya caído tan bajo en sus lecturas... lo que no se pueda cauterizar con una Opinel del 5 al rojo vivo...

23 agosto, 2005 21:57  
Blogger El chico desenfocado said...

Joder, pues como sea del cinco me va a hacer falta un barril entero de escocés!
Por cierto, de Noah Gordon me leí El último judío en una noche, un punto que quiero aclarar para no crear polémica. Bien es cierto que esa noche me habría leído un tratado de física cuántica si hubiese caído en mis manos...
Y puedo decir que no figura entre mis 100 libros favoritos. Aunque es entretenido.

23 agosto, 2005 22:11  
Anonymous Anónimo said...

Oye cultureta pos llamame si te aburres por las noches!!jajajajaja
muuuuuuuuaaaaaaaa

24 agosto, 2005 20:05  
Blogger kay said...

y lo dices y cómo lo cuentas. ¿y qué esperas que postee? admiración que no vas a aceptar o halagos que conoces ya?

28 agosto, 2005 18:39  
Blogger Stand by said...

..y a mi sólo me resta quitarme el sombrero ante semejante texto...

28 septiembre, 2005 11:32  

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