13 septiembre 2005

Representación de eterno retorno: El Teatro mágico

Presente
Supón que escuchas la melodía. Porque sabes que esta noche la semilla del mundo late en tu vientre. Porque tu ombligo es una montaña cuya cumbre está cubierta por la bruma, por la nieve y por la vida. Bajo tus pies reside la oscuridad y la sientes punzante en la planta de tus pies. Pero levitas sobre ella y caminas firme. No lo consideres un milagro porque es lo más normal. Dos vidas pesan más que una y la esperanza quiebra las leyes de la física, de la lógica, de la muerte.
Pasado
¿Acaso alguien oyó tu llanto? Cicatrizó bajo el camuflaje verde de tu dulce sonrisa. Ya ni recuerdas si el espejo te vio llorar. En él buscabas el misterio que yace en el fondo del cenicero. En la esencia de las palabras que escupes y guardas en un frasquito. Ése es el perfume que utilizas para las galas.
Futuro
Esta noche no se gestará una gala sino la gran representación. Acabará de levantarse el telón y miles de rostros observarán el tuyo, cubierto por una gran máscara blanca, por una persona. Ora sonriente, ora triste. El Teatro mágico se derretirá ante tus ojos de fuego, ante tu sombra reclinada encima del escenario. Cada vez más arrodillada. Cada vez más sangrante. Los rostros de espectadores se tornarán en máscaras blancas. Ora sonrientes, ora tristes. Aunque no se oiga el rumor de las lágrimas, sino el eco de las carcajadas cuya reverberación creará ondas en el río de sangre que nace en tu placenta. En lugar de tomates o flores lanzarán al escenario jirones de piel encarnada que se adhieren a la tuya desnuda, como tu cara. No recordarás en qué momento la máscara cayó al suelo y su porcelana blanca, ora sonriente, ora triste, navegó corriente abajo por el río escarlata.
Pasado
Sólo sabes que esa noche las taquillas cerraron porque se habían agotado las entradas. Y que en la puerta pendían carteles que anunciaban: “El Teatro mágico presenta la representación de la vida.”. De los sentimientos humanos. De la muerte. El río escarlata inundaba la sala. El tibio y viscoso líquido llegaba al cuello a los asistentes, que en lugar de nadar para salvarse reían ajenos a su propio fin. Desapareció el patio de butacas. Las plateas, una a una, dejaban de ser palcos llenos de máscaras, ora sonrientes, ora tristes, para convertirse en parte del pantano. Al final sólo quedaste tú, inmersa en la inmensidad de tu sangre, que manaba de tu placenta. Podías respirar aunque tus pulmones estuviesen anegados.
En medio de tanta muerte, se escuchó un llanto de recién nacido que también manaba de tu placenta. Un llanto líquido, tibio y viscoso. Aunque tan lleno de vida que todo dejó de tener sentido y la sangre, las máscaras y la muerte se transformaron en un mal sueño del que acababas de despertar. Sueño de muerte, velada de vida. Bella de día, vuelta al sueño de noche.
Presente
Y lo acunas hasta que ambos os quedáis dormidos en los brazos del renacimiento.
¿Futuro?