31 mayo 2005

Mañana volverás a saborear sonrisas


Estrenas mes metido en tu cocina, pegádonte a los platos con el ojo puesto en ese reloj que martillea tus tímpanos. Ese reloj cuyo segundero anda hacia atrás, hacia un tiempo más amarillo, más sepia en el que sudabas la gota gorda en veranos eternos, infinitos, que se pasaban en un segundo. Bajo el sol dabas patadas a una pelota con los demás chiquillos del barrio sin sospechar que un día crecerías y odiarías tostarte como un grano de café. Cuando volvías a casa tu madre estaba delante de los fogones que hoy limpias con tanto esfuerzo. En su cabeza no había canas y su sonrisa no tenía arrugas. Cogía tu cara entre sus manos y te daba un beso mientras tú te retorcías como un pez que ha mordido el cebo para salir corriendo por el pasillo. Ahora recuerdas esos destellos de infancia. Ahora te das cuenta de que te encantaba que sus manos oliesen a ajo y que esa pequeña cocina de provincias supiese a sonrisas. ¡Qué diferencia con esta cocina en la capital! Es tan cosmopolita... Por sus fogones pasan cada día fajitas, bandejas de sushi, pizzas y arroz al curry. Tan globalizadamente impersonal que la comida sólo sabe a eso: a fajitas, a sushi, a pizza y a curry. Pero mañana querrás sonreír. ¡Qué coño! Mañana llamarás a tu madre para que te dé la receta de...

30 mayo 2005

Colgado de amarillo


Cada día más páginas crujientes de viejos libros, más árboles secándose en la contaminada ciudad. Cada día más puré de patatas en tu plato, más agua sucia en tu bañera. Cada día tu azul se vuelve más verde, tu trópico es más desértico, tu esperanza se destiñe. Cada día hay más pelos rubios en tus sábanas, más calor, calor, calor en tus mejillas. Cada día muere un gallo y nace un pollito y por la mañana oyes cantar en tu ventana al canario que se escapó de su jaula. Cada día más ojos de gato te interrogan, más línea 3 de metro, más contraste sobre negro. Cada día más trigo y menos bosque, más pan y menos circo, más post-it en tu nevera. Sí, cada día es más amarillo.

28 mayo 2005


"Dejó de llover; a la mañana salió el sol; en un agujero abierto en la pendiente del terraplén, Manuel se guareció. El sol comenzaba a calentar de manera deliciosa. Manuel soñó con una mujer muy blanca y muy hermosa, con cabellos de oro. Se acercó a la dama, muerto de frío y ella le envolvió con sus hebras doradas y él se fue quedando en su regazo agazapado dulcemente, muy dulcemente..."
Pío Baroja - La busca

Absurdo. Para no morir de pena

Es TODO tan absurdo. Por más que intentas buscarle un sentido a la vida, a la existencia, siempre encuentras el silencio como respuesta. Lo único que se consume es el tiempo y el papel de ese cigarro que sostienes entre las manos. Lees, no podrías vivir sin hacerlo, y no encuentras más que un vacío infinito lleno de las mismas preguntas, de ninguna respuesta. Tienes un pequeño rincón, la atalaya desde donde observas el mundo encogido, sentado con las piernas entre tus brazos. PEQUEÑO, también eres pequeño, minúsculo, casi invisible y tan breve que podrías decir que no has existido. Miras a tu alrededor y descubres toda una civilización, una colonia de virus humanos que explotan a su huésped. ¿Qué vendrá después, cuando le hayáis chupado toda la sangre? Imagino que siempre habrá huéspedes a los que explotar...
Sobre todo te preguntas por el sentido de tu pensamiento. No por el sentido direccional, sino por el sentido en sí: ¿qué significa el hecho de pensar? Algo absurdo, desde luego, mientras no aspiremos a ser dioses. Aunque aspirar, aspiramos. Mejor dicho, mientras no seamos. Otro cigarro, vaya, no vas a durar mucho. Faltan nexos. Sociedad, divino tesoro: tan opuesta al individuo y a la vez tan inseparables. ¿Cuál de los dos es el cáncer? El que se está gestando en tus pulmones... Sigo viéndolo todo absurdo. Ni siquiera sabes cuándo poner un punto y aparte porque esto es sólo un vómito desgarrado de ideas. Tienes sed y bebes agua. Eso sí que tiene sentido. Pero la respuesta que buscas no está en el fondo de esa botella. En los años, tampoco.
No crees en Dios, sólo crees en ti. Pero, ¿qué eres tú? Puede que sea más fácil creer en Dios; al menos sabes lo que es y no tienes que aferrarte al absurdo de su existencia porque ni siquiera te la planteas. O existe o no. Punto y aparte.
No me hagas caso. Lee. Quizá Nietzsche te dé la respuesta, lo mismo te la da Camus o Sartre. Sí, eso piensas, cada día más cerca de ellos. Cada día un metro más bajo tierra. ¿Y Exupéry?¿Qué me dices de Carroll? Ellos también te han iluminado con algo tan absurdo que por fin tiene sentido. Parte del todo, luz y color desdibujados en un mañana no menos incierto que el hoy o que el ayer.
A lo mejor te conviene dejar de pensar si no quieres morir de pena.

27 mayo 2005

Será por el calor...

Cruzáis vuestras miradas en el atestado vagón del metro. Hoy es diferente. Ella la sostiene y clava sus ojos en los tuyos. A vuestro alrededor todo es un baile de zánganos revoloteando, pero nada existe, todo está desenfocado. Se le ha caído un tirante de la camiseta. Es verde. Lo mira. Te mira. Sonríe. Será por el calor. El tren se para en la estación. Es la tuya. Pero decides seguir, hacer de tripas corazón y volver a mirarla. No te quita ojo. Tú estás sudando y a ella se le pegan mechones de pelo en la cara. Resopla para quitárselos y te vuelve a mirar. Son ojos de gata. El tren vuelve a parar. Baile de gente entrando, saliendo, sentándose. Da igual. Ahora sólo existís vosotros dos. Ella se mueve. Se acerca. Estás al lado de la puerta. Te mira. Se guarda el libro que lleva en la mano y que no ha abierto desde que tú entraste en el vagón. Para el tren. Se abre la puerta. Ella te vuelve a mirar con los párpados a medio abrir, a medio cerrar. Va a salir. Pero no puedes moverte, no te atreves. Sale del vagón y tú la sigues con la mirada. Se para en medio del andén, se da la vuelta y se queda mirándote. De repente te mueves. Saltas detrás de ella para no dejarla escapar. Las puertas se cierran en tus narices. Más sudor. Quieres llorar. El tren se mueve pero ella no. Se queda con sus ojos fijos en los tuyos, tan distorsionados. Será por el cristal. Será por las lágrimas. Será por el calor...

25 mayo 2005

Estudio en rojo

Te sangraban los codos y tú intentabas curarlos zambulléndolos en un blanco mar de folios. La noche era un baile de vasos en vilo, una aliteración del amargo café que flotaba en el aire como si la gravedad hubiese abandonado la sala. Tus párpados se quedaban pegados, una fusión de azúcar con la sangre del cristal que cortaba tus codos. Nada saltaba y, sin embargo, todo parecía despegarse del suelo, era un baile de objetos muertos, de calaveras que sonreían sarcásticamente con los dientes apretados mientras tus nalgas eran incapaces de separarse de la silla. Todo preveía que iba a ser una noche en rojo...


"Por eso te pido que vayamos
por este mundo con las manos juntas"
Pedro Salinas - Razón de amor

Echa a andar

Róbale un segundo al mañana.
Aspira el humo de su escote y derrama su ceniza
donde los tambores dejaron de tener eco.
Coge una vértebra de deseo, retuércela y
deja caer su zumo por el surco que dejó aquella lágrima.
Y ahora abre el ojo. No te sorprendas si no ves nada.
Sólo es un lunar en la pupila...